En 1972 se realizó la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano, entonces su declaración final, específicamente al desarrollar los argumentos que motivaron la adopción de 26 principios generales, expresamente reconocía que había llegado el momento de la historia en que debemos orientar nuestros actos en todo el mundo atendiendo con mayor cuidado a las consecuencias que puedan tener para el medio. (1)
En la Declaración final se advertía que tanto la flora como la fauna silvestre y su habitat, estaban en grave peligro por una combinación de factores adversos, entre los cuales, estaba la acción del propio ser humano.
En tal sentido, se advertía que el ser humano, bien por ignorancia o indiferencia, podía causar daños inmensos e irreparables al medio terráqueo del que dependen nuestra vida y nuestro bienestar; pero también, se reconocía, que con un conocimiento más profundo y una acción más prudente, podíamos conseguir para nosotros y para nuestra posteridad unas condiciones de vida mejores en un medio más en consonancia con las necesidades y aspiraciones del propio hombre.
Han pasado 50 años desde aquella Conferencia y para conmemorarlo, se realizó un nuevo encuentro internacional sobre los problemas medioambientales, que se conoció como Conferencia Estocolmo+50, cuyo slogan y llamamiento a la comunidad internacional fue la necesidad de acelerar las acciones para lograr un planeta sano y próspero para todos.
La Conferencia sobre el Medio Humano en 1972 fue sin duda un “momento histórico” pues a partir de entonces los problemas medioambientales empezaron a ser parte de la agenda y preocupación de la comunidad internacional; así mismo, cada uno de los Estados miembros de la ONU, empezaron a desarrollar sus iniciativas nacionales, que institucionalmente se concretaron en la creación de un ministerio o secretaria sobre el medioambiente, a través del cual impulsaron algunas políticas públicas y promovieron el debate político a los fines de crear un marco legal adecuado para preservar y mejorar el medio, tal y como fue el llamado de Estocolmo 1972.
Por lo tanto, a lo largo de estas 5 décadas es posible identificar avances o logros concretos que evidencian que ha venido creciendo la concienciación y sensibilización de los gobiernos para abordar los problemas ambientales, pero también, hemos aprendido como sociedad global, que la acción de los gobiernos no es suficiente, si no logra que otros países cooperen, que las empresas participen y que la ciudadanía se sienta también parte de la solución para preservar y mantener el medio que nos rodea.
La Conferencia de 1972 reconoció que entonces era el momento histórico de comprender nuestro papel como seres humanos y de las instituciones frente a los problemas medioambientales, 50 años después, sigue siendo el momento no sólo de comprenderlo, sino también de actuar en consecuencia con mayor voluntad política a nivel de los gobiernos y sin duda, mayor compromiso personal desde el punto de vista de cada uno de nosotros como individuos.
Estocolmo+50 se presentaba, al menos para Inger Andersen, secretaria general de Estocolmo+50 y directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente, una oportunidad para que el mundo, “de una vez por todas”, se comprometiera a llevar a cabo las transformaciones necesarias para abordar con mayor efectividad las cuestiones medioambientales. (2)
Por su parte, para António Guterres, secretario general de la ONU, Estocolmo+50 era el momento para tomar las decisiones audaces e impulsar acciones urgentes para lograr un planeta sano con prosperidad para todos; en un contexto, en el cual, reclamó Guterres, el bienestar global está en riesgo porque los Estados no han cumplido con los compromisos asumidos para enfrentar los problemas medioambientales.
Y para el presidente de la Conferencia Abdulla Shahid, este encuentro internacional, se presentaba como una oportunidad para acelerar la implementación de la Agenda 2030, así como también la recuperación resiliente y sostenible de la pandemia y en este contexto, exigió soluciones para abordar los cuellos de botella comunes que afectan a la agenda ambiental.
Estocolmo+50 era mucho más que un nuevo encuentro internacional, algunos teníamos altas expectativas, pero creo que no logró trascender más allá de la formalidad de un nuevo encuentro internacional; en este sentido, resulta oportuno citar a Joaquín Araujo, naturalista español y uno de los participantes de Estocolmo+50, quien en una entrevista, sobre sus expectativas de Estocolmo+50 afirmó que su expectativa era “lo de siempre, un nuevo llamamiento, es la última oportunidad, somos capaces de arreglarlo y cabe la esperanza. Todo esto se va a decir una vez más”, y concluía reconociendo que si bien sabemos hacer bien las cosas y tenemos las herramientas para hacerlo, nos falta voluntad. (3)
Es muy temprano para medir el impacto de Estocolmo+50, por lo que nos queda sólo valorar su resultado a través de los compromisos asumidos en su Declaración final, la cual se presentó con el registro de 10 recomendaciones (4) que resultaron de los diálogos y sesiones de trabajo realizados, esas recomendaciones fueron:
1.- Asumir al ser humano como el centro de las políticas públicas y reconociendo que un planeta sano.
2.- Reconocimiento e implementación del derecho a un ambiente sano, limpio y sostenible.
3.- Revisión y cambios en el modelo económico actual, de manera que contribuya a un planeta sano que permita a través de políticas económicas y fiscales el progreso y bienestar del ser humano.
4.- Fortalecimiento de la institucionalidad que pueda concretar el compromiso de un planeta sano a través de la legislación nacional, presupuestos, planificación, políticas públicas y el propio desarrollo institucional en el que participen todos los sectores.
5.- Velar por una mayor vinculación entre los flujos financieros públicos y privados con el medio ambiente, el clima y la sostenibilidad.
6.- Acelerar en sectores claves un modelo de producción y consumo circular y sostenible.
7.- Reconstruir relaciones de confianza que fortalezcan la cooperación y solidaridad en la promoción de la transición hacia la sostenibilidad.
8. Reforzar y fortalecer el sistema multilateral.
9. Reconocer la responsabilidad intergeneracional y en tal sentido comprendiendo que son actores claves en la toma de decisiones, y a tal fin el Youth Task Force Policy Paper de Estocolmo+50 representa una imporante guia.
10. Impulsar de los resultados de Estocolmo+50 a través del compromiso y la participación en procesos que se desarrollan a nivel internacional como el pacto por el plástico, la conferencia sobre los océanos y la Conferencia del Cambio Climático.
Son 10 recomendaciones que orientan las decisiones que deben adoptar cada país a los fines de asumir acciones urgentes y audaces para promover los cambios, demostrando con ello un mayor compromiso para abordar los problemas medioambientales.
Por último, en esa lista de 10 recomendaciones, hay una que identifico como clave o muy importante para lograr acelerar las acciones, se trata de la confianza tanto entre los países para lograr cooperar efectivamente; como en la ciudadanía frente a sus instituciones, pues resulta indispensable para que las decisiones y acciones que se adopten, no queden en una mera formalidad para informes internacionales, sino que por el contrario impacten el medio y contribuyan a ese planeta sano y próspero para todos, que exige por encima de todo, que tengamos la capacidad y la voluntad de preservarlo y mejorarlo, como se dijo en 1972.
El tiempo dirá si a partir de Estocolmo+50 hubo una renovación del compromiso global para abordar los problemas medioambientales, pero, al mismo tiempo, en paralelo, iremos experimentando los efectos que genera ese mayor compromiso o por el contrario, la inacción de los gobiernos para acelerar los cambios, precisamente a ellos se dirigió las recomendaciones finales de esta Conferencia.
Carlos Romero Mendoza
@carome31
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