Jordi Borja y comunas en Argentina.
Con este título se reporta la visita de Jordi Borja a Buenos Aires: "A las Comunas no se les dio poder ni autonomía". La nota escrita por Horacio Ríos, y de fecha 12 de diciembre de 2011, dice:
Jordi Borja es un eterno militante político de la izquierda catalana. Geógrafo, licenciado en Ciencias Políticas y en Sociología y master en Urbanismo, codirige en la actualidad la Universidad Oberta de Catalunya junto a Manuel Herce.
La cantidad de títulos que pueblan su curriculum obligan a pensar que pasó su vida en la academia, y algo de eso es cierto. Tal es así que Borja estuvo en estos días en Buenos Aires para completar unos cursos que dicta en forma virtual desde Barcelona. Viajó para tomar contacto con sus estudiantes en la segunda parte, que es presencial.
En el pasado, Borja fue diputado en el parlamento catalán y luego teniente de alcalde, regidor en Relaciones Exteriores y después responsable del Programa de Descentralización y Participación Ciudadana, siempre de la capital histórica de Catalunya, en la que nació y vive, Barcelona.
El 29 de noviembre último, Borja brindó una charla organizada por la agrupación Generación Política Sur (GPS), sobre “Espacio Público y Seguridad”, junto a la secretaria de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad del Ministerio de Seguridad de la Nación, Ileana Arduino, en la que se mostró crítico con una de las vedettes de la Ciudad, la videovigilancia, que, según planteó, “no ayuda a disminuir la delincuencia y solo sirve para aumentar el control social” y a la que terminó calificando como “una perversión del urbanismo”.
De todos modos, en la entrevista con Noticias Urbanas se define como un amante de Buenos Aires, con la cual suele serle infiel a su amada ciudad natal.
–¿Qué es lo que lo trae a la Argentina y qué es lo que más le interesa de Buenos Aires en este momento?
–La verdad es que mi respuesta es muy poco periodística, porque lo que me trae fundamentalmente una y otra vez a Buenos Aires es el síndrome de abstinencia que sufro cuando no estoy en ella. Por suerte, las ciudades no son como las mujeres, porque nos permiten la poligamia. Yo estoy enamorado de Barcelona desde niño, porque si bien era un pésimo estudiante, me sabía la ciudad de memoria ya a los diez u once años. Después estudié en París, porque me exilié en Francia, con lo que ya son dos amores. Finalmente, conocí Buenos Aires en 1973, tras haber vivido los últimos meses de la Unidad Popular y el golpe de Pinochet en Chile. Llegué aquí en la primavera, después de Cámpora, con la gente en las calles, en las que se respiraba la libertad. Además, yo tenía una fijación con la Argentina y con el tango, e incluso había intentado entender el peronismo, lo que no es fácil. Escribí luego una serie de artículos sobre la Argentina y hasta intenté un ensayo sobre el tango. Por si todo esto fuera poco, conocí a una señora muy guapa, argentina ella, con la que nos casamos. Ahora estamos separados, pero seguimos siendo amigos, igualmente. El amor sigue, pero nos alejaron razones familiares. Yo continúo enamorado de Buenos Aires, incluso aquí viven muchos amigos. En esta ocasión he venido por dos razones. Una, porque estamos haciendo un curso, en parte virtual, desde Barcelona, y en parte presencial, con colegas de la Universidad de Buenos Aires y del Consejo de Profesionales de Arquitectura y Urbanismo. Además, el sábado presentamos un libro que escribí, que ahora se ha reeditado aquí, que se llama Luces y sombras del urbanismo de Barcelona".
El especialista, que asesoró años atrás al Gobierno porteño en el diseño de Puerto Madero, está convencido de que “el urbanismo debe favorecer el uso del espacio público”. “A pesar de que esta premisa pueda ser conflictiva, no se la debe evitar, sino contener, porque genera identidad y ayuda a la evolución de la política. Una política basada en la inseguridad destruye el espacio público, porque la ciudad es el espacio público y éste no debe ser apropiado por nadie en particular, es de todos”, subraya.
Aunque cuestiona el uso de la videovigilancia y suele referirse al “mito de la inseguridad”, Borja se manifiesta convencido de que “hay que dar importancia a la seguridad, porque sus principales beneficiarios son los pobres. La inseguridad, en cambio, sirve para aumentar el control social, porque cuando aparecen los cambios, la represión va contra los jóvenes. Este es un momento de cambio, y los más sensibles a esto son los jóvenes. Fíjese que el de los Indignados no es un movimiento
político, es un movimiento generacional. Son los jóvenes los que dicen ‘no queremos este mundo’”.
“Ustedes están mejor que Europa”, remata seriamente este europeo, que no puede dejar de serlo, a pesar de sus disidencias. Borja no puede dejar de relatar su concepto
de los espacios comunitarios. “En el espacio público debe haber fluidez, algo que debe incluir aún a los espacios privados.”
Pero el intelectual catalán piensa que no basta con un buen diseño ni con un planteo urbanístico desconectado de la realidad económica. “No existe una ciudad democrática si no se reduce la desigualdad social. Lo que vale es la democracia, no la violencia ni la prédica de la inseguridad.”
En esta línea, Borja considera que “la democracia es más que un conjunto de procedimientos, es que la dirigencia elegida gobierne en función de los intereses de todos. Cuando se aplican políticas públicas que favorecen a las minorías, la democracia es ficticia. Por eso es que digo que los países de Europa no son democráticos. Para darle una idea, en Europa la deuda con los bancos no era estatal y ahora sí lo es”.
“Qué estupidez ese concepto de que las ciudades deben ser competitivas, parece elaborado por Zapatero, un hombre de bajo coeficiente intelectual, que así ha terminado”, dispara el catalán, que no sabe de dudas a la hora de entregar definiciones políticas. Tanto que, a pesar de su perfil de izquierda, no trepida en tachar a los regímenes de Europa Oriental de “seudosocialistas”, cuando explica que sus gobiernos cayeron cuando los pueblos de esos países ocuparon las plazas y los lugares públicos.
Comunas cuestionadas
Interrogado sobre el proceso de descentralización que se está dando en la Ciudad de Buenos Aires, Borja se muestra escéptico y es breve en su referencia.
“En Barcelona –dice–, cuando el titular de un ente descentralizado se comunica con un funcionario del gobierno, le habla de igual a igual. Aquí a las comunas no se les dio poder ni autonomía, y esa es una limitación muy grande, que dificulta las tareas para las que fueron creadas.”
Fuente:
http://www.noticiasurbanas.com.ar/info_item.shtml?sh_itm=593e3d726a0ad6a22bb5b4c740e3799b
Jordi Borja es un eterno militante político de la izquierda catalana. Geógrafo, licenciado en Ciencias Políticas y en Sociología y master en Urbanismo, codirige en la actualidad la Universidad Oberta de Catalunya junto a Manuel Herce.
La cantidad de títulos que pueblan su curriculum obligan a pensar que pasó su vida en la academia, y algo de eso es cierto. Tal es así que Borja estuvo en estos días en Buenos Aires para completar unos cursos que dicta en forma virtual desde Barcelona. Viajó para tomar contacto con sus estudiantes en la segunda parte, que es presencial.
En el pasado, Borja fue diputado en el parlamento catalán y luego teniente de alcalde, regidor en Relaciones Exteriores y después responsable del Programa de Descentralización y Participación Ciudadana, siempre de la capital histórica de Catalunya, en la que nació y vive, Barcelona.
El 29 de noviembre último, Borja brindó una charla organizada por la agrupación Generación Política Sur (GPS), sobre “Espacio Público y Seguridad”, junto a la secretaria de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad del Ministerio de Seguridad de la Nación, Ileana Arduino, en la que se mostró crítico con una de las vedettes de la Ciudad, la videovigilancia, que, según planteó, “no ayuda a disminuir la delincuencia y solo sirve para aumentar el control social” y a la que terminó calificando como “una perversión del urbanismo”.
De todos modos, en la entrevista con Noticias Urbanas se define como un amante de Buenos Aires, con la cual suele serle infiel a su amada ciudad natal.
–¿Qué es lo que lo trae a la Argentina y qué es lo que más le interesa de Buenos Aires en este momento?
–La verdad es que mi respuesta es muy poco periodística, porque lo que me trae fundamentalmente una y otra vez a Buenos Aires es el síndrome de abstinencia que sufro cuando no estoy en ella. Por suerte, las ciudades no son como las mujeres, porque nos permiten la poligamia. Yo estoy enamorado de Barcelona desde niño, porque si bien era un pésimo estudiante, me sabía la ciudad de memoria ya a los diez u once años. Después estudié en París, porque me exilié en Francia, con lo que ya son dos amores. Finalmente, conocí Buenos Aires en 1973, tras haber vivido los últimos meses de la Unidad Popular y el golpe de Pinochet en Chile. Llegué aquí en la primavera, después de Cámpora, con la gente en las calles, en las que se respiraba la libertad. Además, yo tenía una fijación con la Argentina y con el tango, e incluso había intentado entender el peronismo, lo que no es fácil. Escribí luego una serie de artículos sobre la Argentina y hasta intenté un ensayo sobre el tango. Por si todo esto fuera poco, conocí a una señora muy guapa, argentina ella, con la que nos casamos. Ahora estamos separados, pero seguimos siendo amigos, igualmente. El amor sigue, pero nos alejaron razones familiares. Yo continúo enamorado de Buenos Aires, incluso aquí viven muchos amigos. En esta ocasión he venido por dos razones. Una, porque estamos haciendo un curso, en parte virtual, desde Barcelona, y en parte presencial, con colegas de la Universidad de Buenos Aires y del Consejo de Profesionales de Arquitectura y Urbanismo. Además, el sábado presentamos un libro que escribí, que ahora se ha reeditado aquí, que se llama Luces y sombras del urbanismo de Barcelona".
El especialista, que asesoró años atrás al Gobierno porteño en el diseño de Puerto Madero, está convencido de que “el urbanismo debe favorecer el uso del espacio público”. “A pesar de que esta premisa pueda ser conflictiva, no se la debe evitar, sino contener, porque genera identidad y ayuda a la evolución de la política. Una política basada en la inseguridad destruye el espacio público, porque la ciudad es el espacio público y éste no debe ser apropiado por nadie en particular, es de todos”, subraya.
Aunque cuestiona el uso de la videovigilancia y suele referirse al “mito de la inseguridad”, Borja se manifiesta convencido de que “hay que dar importancia a la seguridad, porque sus principales beneficiarios son los pobres. La inseguridad, en cambio, sirve para aumentar el control social, porque cuando aparecen los cambios, la represión va contra los jóvenes. Este es un momento de cambio, y los más sensibles a esto son los jóvenes. Fíjese que el de los Indignados no es un movimiento
político, es un movimiento generacional. Son los jóvenes los que dicen ‘no queremos este mundo’”.
“Ustedes están mejor que Europa”, remata seriamente este europeo, que no puede dejar de serlo, a pesar de sus disidencias. Borja no puede dejar de relatar su concepto
de los espacios comunitarios. “En el espacio público debe haber fluidez, algo que debe incluir aún a los espacios privados.”
Pero el intelectual catalán piensa que no basta con un buen diseño ni con un planteo urbanístico desconectado de la realidad económica. “No existe una ciudad democrática si no se reduce la desigualdad social. Lo que vale es la democracia, no la violencia ni la prédica de la inseguridad.”
En esta línea, Borja considera que “la democracia es más que un conjunto de procedimientos, es que la dirigencia elegida gobierne en función de los intereses de todos. Cuando se aplican políticas públicas que favorecen a las minorías, la democracia es ficticia. Por eso es que digo que los países de Europa no son democráticos. Para darle una idea, en Europa la deuda con los bancos no era estatal y ahora sí lo es”.
“Qué estupidez ese concepto de que las ciudades deben ser competitivas, parece elaborado por Zapatero, un hombre de bajo coeficiente intelectual, que así ha terminado”, dispara el catalán, que no sabe de dudas a la hora de entregar definiciones políticas. Tanto que, a pesar de su perfil de izquierda, no trepida en tachar a los regímenes de Europa Oriental de “seudosocialistas”, cuando explica que sus gobiernos cayeron cuando los pueblos de esos países ocuparon las plazas y los lugares públicos.
Comunas cuestionadas
Interrogado sobre el proceso de descentralización que se está dando en la Ciudad de Buenos Aires, Borja se muestra escéptico y es breve en su referencia.
“En Barcelona –dice–, cuando el titular de un ente descentralizado se comunica con un funcionario del gobierno, le habla de igual a igual. Aquí a las comunas no se les dio poder ni autonomía, y esa es una limitación muy grande, que dificulta las tareas para las que fueron creadas.”
Fuente:
http://www.noticiasurbanas.com.ar/info_item.shtml?sh_itm=593e3d726a0ad6a22bb5b4c740e3799b