Nuestro origen, nuestra ciudad y la comuna.

Uno nace en una ciudad, con ciertas características que la distinguen de otras, bien porque así lo decidieron nuestros padres, o porque toda la familia ha vivido allí, o por simples razones circunstanciales. Lo que no es variable es que siempre a lo largo de nuestras vidas, en cualquier lugar y tiempo, alguien nos preguntará: ¿dónde naciste?

Al responder esa pregunta estamos revelando un vínculo inalterable con un pedacito de territorio que siempre estará allí, bien porque nos trae nostálgicos y hermosos recuerdos, porque allí nacieron nuestros ancestros, porque allí hemos vivido, criado a los hijos y desarrollado nuestro trabajo, en fin uno termina sintiendo una ciudad, conociéndola y aprendiendo a vivir en ella, con sus características, bondades y dificultades.

¿Qué relación tiene este tema con las Comunas y con los Alcaldes? La relación es directa, más de lo que se puede creer, pues esa ciudad en la que están sembradas nuestras raíces, nuestro origen, es gobernada por un poder municipal, integrado principalmente por un alcalde y unos concejales, quienes por su origen soberano, no sólo asumen la tarea de conducir los destinos de esa ciudad, sino además, se convierten en depositarios morales de su historia, sus tradiciones y su cultura.

Cada ciudad tiene su particularidad, algo que la hace diferente de las demás y por lo tanto única; a ello se une su historia, cultura y tradiciones que en su conjunto hacen una marca intangible, que se impone en el sentimiento de los ciudadanos y enamora a muchos de ellos que los lleva a convertirse en vecinos permanentes de esa comunidad. Eso intangible viene a ser la marca que destaca la ciudad y que por su naturaleza se puede denominar el “espíritu de la ciudad”.

Ese “espíritu de la ciudad” se ve fortalecido cuando el vecino siente que el poder municipal le responde, lo escucha, lo orienta como ciudadano y le permite cooperar en la gestión pública; además, cuando el vecino experimenta que puede explorar las calles y los espacios públicos con la mínima tranquilidad posible, es entonces cuando se logra una perfecta identidad entre el vecino y ese “algo especial” que lo vincula a su ciudad y le hace estar orgulloso de la misma.

Son los Concejales, a través de su función legislativa y el Alcalde a través de su función política de gestión, los responsables en conducir esa ciudad a un nivel de progreso que permita al ciudadano y al vecino, sentir ese orgullo e identificación con ese pedacito de territorio que llamamos ciudad y que políticamente se organiza en municipio.

Precisamente la figura de las Comunas, como están planteadas, permite visualizar que con el tiempo las mismas puedan sustituir a los Municipios, que hoy representan la forma como se organiza políticamente una ciudad, pues las comunas pasan a convertirse en un nivel intermedio entre los Consejos Comunales y el propio gobierno nacional, sin que en esa relación medien legalmente hablando los estados y municipios. En otras palabras, paralelamente se va diseñando una estructura que vincula a las Comunas con los Consejos Comunales y a éstos con un sistema nacional de planificación que se ha propuesto en un proyecto de ley, y que al final terminan vinculados con la Comisión Central de Planificación y el Consejo Federal de Gobierno.

La participación de los alcaldes de varios municipios del país, alertando y fijando posición ante la amenaza de una nueva instancia política llamada Comunas, además de oportuna, ha sido una positiva respuesta, que no puede quedarse allí, de quienes asumieron ser los garantes morales de nuestra ciudad, su historia, tradiciones y cultura; la sustitución del municipio por la Comuna y de esta ciudad por una ciudad comunal, no es otra cosa que la sustitución de nuestra propia historia personal y familiar.

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